En estos días la ciencia ha avanzado tanto que todos o casi todos nuestros antiguos usos y costumbres se han quedado en el olvido.
Nos hemos convertido en víctimas del mundo cibernético, por ende somos uno más en el amplio mundo de la mercadotecnia, donde se nos induce de manera subliminal a comprar todo, y digo TODO.
Parece que las ciencias de humanidades están pasando a ser parte del olvido colectivo, por ende, nuestros valores éticos y morales están en declive.
Claro está que los individuos dedicados a conducir la vida del género humano (sacerdotes, pastores, evangélicos, filósofos, sociólogos, literatos, antropólogos, etc.) también se han convertido en parte de este sistema.


Pero hablemos de los conductores del alma y del espíritu. Estos abusado de sus conocimientos teológicos (no todos), que, a través de sofismas muy bien estructuradas, siguen manipulando al género humano, impulsándole a la barbarie, puesto que así seguirán siendo presa fácil.
En esta ocasión hablaré del mercantilismo religioso, la ambición desmedida, la hipocresía y cómo cobijan la ignorancia en sus adeptos dentro de las iglesias, llenándoles de miedo, culpas y traumas.
Muchos piensan que los creyentes deben dar el diezmo. Otros están igualmente convencidos de que el diezmo no es obligatorio para los creyentes.
Ciertamente, el amor es mucho más importante que nuestra opinión sobre el diezmo. Sin embargo, yo argumentaría que el diezmo no es obligatorio.
Aquí dejo marcados algunos capítulos y versículos para que saque usted sus propias conclusiones
El diezmo en el Antiguo Testamento
Abraham dio una décima parte de su botín de guerra a Melquisedec (Gn. 14:20), y Hebreos apela a este relato para respaldar la superioridad del sacerdocio de Melquisedec sobre el de Leví (Heb. 4:10). el patriarca prometió a Dios una décima parte de todo lo que le fue concedido (Gn. 28:22).
Una décima parte de la semilla, el fruto, y las ovejas de Israel eran dadas al Señor (Lv. 27: 30-32, Dt. 14: 22-24; cf. 2 Cr. 31:5-6; Neh. 13:5, 12). El pueblo daba una décima parte a los Levitas para su mantenimiento (Nm. 18: 21-24; cf. Neh. 10:38; 12:44), y los Levitas, a su vez, debían dar una décima parte al sumo sacerdote (Nm. 18:25-28). Aquellos que no diezmaron fueron amenazados con una maldición, mientras que aquellos que diezmaron se les prometió bendición (Mal. 3:8-10).
Por qué el diezmo no es requerido hoy en día
Hay siete razones decisivas para decir que los cristianos no están obligados a diezmar.
1. Los creyentes ya no están bajo el pacto mosaico (Rm. 6:14-15; 7:5-6; Gál. 3:15-4:7; 2 Co. 3:4-18).
Los mandamientos estipulados en el pacto mosaico ya no están en vigor para los creyentes. Y aun si usamos esas distinciones, claramente el diezmo no es parte de la ley moral. Es cierto que las normas morales del Antiguo Testamento todavía están en vigor hoy en día, y las discernimos de la ley de Cristo en el Nuevo Testamento, pero el diezmo no está entre esos mandamientos.
2. Los ejemplos de Abraham y Jacob no son patrones normativos.
Abraham como Jacob dieron una décima parte, y ambos vivieron antes de que el pacto mosaico estuviera establecido. El regalo de Abraham a Melquisedec fue un acontecimiento que sucedió una sola vez; no hay evidencia de que él le diera a Dios una décima parte de manera regular.
3. Los diezmos fueron dados a los levitas y a los sacerdotes, pero no hay levitas y sacerdotes en el nuevo pacto.
Los levitas y los sacerdotes estaban atados al sistema de sacrificios del antiguo pacto. Ahora todos los creyentes son sacerdotes (1 Pe. 2:9; Ap. 1:6; 5:10; 20:6), con Jesús como nuestro Sumo Sacerdote Melquisedeciano (Heb. 7).
4. El diezmo está ligado a la tierra que Israel recibió bajo el antiguo pacto.
Israel debía celebrar un diezmo cada tres años en Jerusalén. Pero ese requisito no puede aplicarse a los cristianos hoy en día. Eso era en relación a los judíos como nación, a los judíos que vivían en la tierra de la promesa. Con la venida de Cristo, la nación judía ya no es más el lugar del pueblo de Dios, aunque individuos judíos son parte de la Iglesia a través de la fe en Jesús.
La Jerusalén terrenal ya no es central en los propósitos de Dios (Gál. 4:25). Los creyentes son parte de la Jerusalén celestial (Gál. 4:26) y esperan la ciudad que ha de venir (He. 11:10), a los cielos nuevos y la tierra nueva (Ap. 21:1-22: 5). Abraham no es heredero de la tierra de Israel, sino de todo el mundo (Rm. 4:13).
5. Si el diezmo es obligatorio hoy en día, ¿cuánto deberíamos dar?
Como se señaló anteriormente, el número era ciertamente más del 10% y cercano al 20%. Aquellos que abogan por el diezmo probablemente deberían quedarse en el 20%.

6. Cuando Jesús afirmó el diezmo, sucedió antes del comienzo del nuevo pacto.
Algunos defienden el diezmo diciendo que Jesús elogió el diezmo, incluso si dijo que era menos importante que otras cosas (Mt. 23:23; Lc. 11:42. Las palabras de nuestro Señor son comprensibles cuando pensamos sobre su ubicación en la historia de la redención.
Él usó el diezmo y los sacrificios como ilustraciones cuando se dirigía a sus contemporáneos. Él guardó la ley debido a que fue “nacido bajo la ley” (Gál. 4:4). Pero no podemos tomar sus palabras como que aprueban el diezmo hoy en día más de lo que podemos tomarlas como que aprueban el ofrecer sacrificios.
7. En ninguna parte del Nuevo Testamento se menciona al diezmo cuando se manda a dar generosamente.
Cuando los cristianos reciben instrucción sobre dar a los pobres, no se les manda a dar “el diezmo al pobre”. En cambio, se les instruye a ser generosos en ayudar a los necesitados (Hch. 2:43-47; 4:32-37; 11:27-30; Gál. 2:10; 1 Cor. 16:1-4; 2 Cor. 8:1-9:15). Por ejemplo, 1 Corintios 16:1-4, un pasaje que a menudo es citado en círculos populares como respaldándolo, no menciona el diezmo; el pasaje habla sobre una ofrenda que se hizo a los santos pobres en Jerusalén.
Da generosamente
Aunque el diezmo no es obligatorio hoy en día, no significa que los creyentes deban acumular posesiones.
Se nos ordena apoyar a los que predican el evangelio (Mt. 10:10; Lc. 10:7; 1 Co. 9:6-14; 1 Ti. 5:17-18). Y aunque debemos disfrutar de las cosas buenas que Dios nos da, también somos llamados a ser generosos con los necesitados (1 Ti. 6:17–19; 2 Co. 8–9). La riqueza puede convertirse fácilmente en un ídolo, llevándonos a abandonar al Señor.
Puesto que Dios debe ser nuestro tesoro, los creyentes deben dar generosamente y libremente. Para muchos en occidente, esto significará dar más del 10%.
Aun así, la Escritura no ordena que los cristianos den una décima parte, y la Escritura, no la tradición, es nuestra regla y autoridad.
Usted sabe lo que es la fe?
La fe es una de las fuerzas más profundas y complejas en la experiencia humana. Se define comúnmente como la creencia en algo sin necesidad de pruebas definitivas, ya sea en una religión, en una idea, en uno mismo o en los demás.
La fe puede manifestarse en distintos ámbitos:
- Religiosa: Creer en una divinidad o en principios espirituales sin necesidad de evidencia tangible.
- Personal: Confianza en uno mismo y en la capacidad de superar desafíos.
- Social: Fe en la humanidad, en la justicia y en el progreso colectivo.
A lo largo de la historia, la fe ha sido un motor de inspiración y transformación, aunque también ha sido utilizada para justificar acciones que limitan el pensamiento crítico.
El poder de la fe y su influencia en las sociedades ha sido un tema central a lo largo de la historia. A pesar de los avances científicos y tecnológicos, la fe sigue desempeñando un papel importante en la vida de millones de personas. Para muchos, ofrece consuelo, significado y estructura en un mundo cada vez más complejo.
Sin embargo, cuando la fe se convierte en dogma absoluto y deja de admitir cuestionamientos, puede generar limitaciones al pensamiento crítico y al progreso. La historia ha mostrado casos en los que el poder religioso ha influido en decisiones políticas, sociales y económicas, a veces en detrimento de la libertad y el avance del conocimiento.

El desafío en el siglo XXI
Es encontrar un equilibrio entre la espiritualidad y la razón, permitiendo que la fe conviva con el pensamiento crítico sin convertirse en un instrumento de control absoluto.
El fenómeno de la comercialización de la religión es un tema ampliamente debatido en la actualidad. A pesar de que el laicismo ha crecido en muchas regiones del mundo, el mercado de la espiritualidad sigue siendo muy rentable. Por ejemplo, en Estados Unidos, el valor de mercado de las organizaciones religiosas en 2022 fue de aproximadamente 156.000 millones de dólares, mientras que en la región de Asia-Pacífico, el mercado religioso alcanzó los 5.000 millones de dólares en el mismo año y podría llegar a 16.000 millones en 2033.
Además, el turismo espiritual es una industria en expansión, con alrededor de 600 millones de viajeros que visitan sitios de fe, participan en retiros espirituales o exploran espacios religiosos por su valor histórico y cultural. También se ha observado un crecimiento en el marketing religioso, donde las religiones buscan atraer seguidores mediante estrategias de persuasión y comunicación efectiva.
Este fenómeno plantea preguntas sobre la relación entre la fe y el comercio, así como sobre el impacto de la mercantilización en la autenticidad de las creencias.
De ninguna manera pretendo influir en su manera de pensar, simplemente le invito a pensar profundamente sobre usted, su existencia y el ser supremo.
